Transformaciones sociales y económicas del período de Entreguerras.
(Manual 4° Año Medio.Pedro Milos Hurtado Licenciado en Historia,Cristina Moyano Barahona Profesora de Estado en Historia y Geografía, Doctora en Historia ) Andrés Estefane Jaramillo Bachiller en Ciencias y Humanidades, Licenciado en Historia, Jorge Figueroa León Profesor de Estado de Historia y Geografía Magíster en Educación)
Una
nueva sociedad y el surgimiento de la cultura de masas.
Para gran parte de Europa y para Estados
Unidos, el período comprendido entre las últimas décadas del siglo XIX y los
primeros años del siglo XX significó una etapa de profundas transformaciones en
la que se alteraron sustancialmente las estructuras de la sociedad y de la
política, las formas de la vida cotidiana, el comportamiento colectivo, las
relaciones sociales y la organización de la producción, del trabajo y del ocio.
Siguiendo la tendencia del siglo XIX, impulsada por los procesos de
industrialización y urbanización, en este período se produjo un importante
crecimiento de la población, sobre todo en las ciudades, dando origen a las
denominadas masas urbanas.
Miles de personas,
provenientes de migraciones internas (campesinos) o de movimientos migratorios
externos (extranjeros, generalmente también campesinos), transformaron
profundamente las costumbres de las ciudades modernas. Quedó, así, en evidencia
una serie de problemas representados por la irrupción de nuevos actores
sociales, quienes buscaban la forma de insertarse en un espacio urbano en
transformación. Para ello demandaban más y mejores servicios a la sociedad
(vivienda, educación, trabajo, etc.), fortaleciendo, de ese modo, la consolidación
de las clases medias. Si hasta la crisis de 1930 estas demandas pudieron ser
encauzadas a través de los partidos políticos ligados al proletariado y a los
sectores medios, a partir de esa fecha las reivindicaciones sociales comenzaron
a buscar otros canales y movimientos políticos e ideológicos para manifestarse.
Las demandas y expectativas de las masas
emergentes, asimismo, constituyeron un potencial económico para el
funcionamiento de nuevos mercados de consumo, conformados a partir del
desarrollo de la industria cultural (cine, radio, publicidad, prensa). Estos
nuevos productos culturales transformaron sustancialmente la experiencia de las
sociedades modernas, a la vez que fueron rechazados por los miembros de las
clases altas, quienes los vieron como expresión de una ‘baja cultura’, ‘sin
estilo’, que solo representaba una degradación de la verdadera cultura y del
arte.
Los nuevos productos
culturales fueron objeto de un uso político y propagandístico por parte de los
nuevos regímenes de Entreguerras, en un intento por manipular a las masas para
convencerlas y hacerlas partícipes de sus respectivas ideologías. Los líderes
políticos, en efecto, consideraban que las masas estaban compuestas por sujetos
que obedecerían ciegamente los mensajes emitidos, y cuyas respuestas,
preferencias y opiniones podían ser controladas a través de los símbolos,
imágenes o discursos producidos por la radio o por la publicidad. Sin embargo,
con el tiempo se evidenciará que la cultura de masas podía servir también como
fundamento de nuevas identidades culturales, permitiendo el acceso democrático
a la cultura, al entretenimiento y a la información.
Clase
media: grupo social que por su formación e ingresos ocupa un lugar intermedio
entre la población de escasos recursos y los sectores más adinerados. Por lo
general, incluye a profesionales universitarios, técnicos, profesores y funcionarios
administrativos del mundo público y privado.
Los
felices años 20 :Estados Unidos será precisamente el gran
protagonista de un sostenido despegue económico que comenzará a dar frutos
desde mediados de la década de 1920. Esta época, conocida como los “felices
años veinte”, se caracterizará por el aumento vertiginoso de la producción de
bienes de consumo, la aparición del crédito como el principal mecanismo para
asegurar el acceso de la población a estos productos y la masificación de la
especulación bursátil, práctica que mediante la compra y venta de acciones de
grandes compañías facilitaba la acumulación de dinero a quienes contaban con
cierto capital financiero. El aumento de la producción industrial estuvo
directamente vinculado a la mecanización y reorganización de los procesos
productivos. En esta década, los hogares de la pujante clase media comenzaron a
poblarse de refrigeradores, lavadoras de ropa, ventiladores, planchas
eléctricas, radiorreceptores y una serie de productos que modificaron para
siempre los ritmos de la vida doméstica. También se masificó el uso del
automóvil, el que dejó de ser un bien exclusivo de la élite para convertirse en
símbolo de las nuevas formas de producción y de las facilidades que el mercado
entregaba para el consumo.
Así, la mayor disponibilidad
de bienes tuvo como consecuencia la disminución de los precios, lo que estimuló
las ansias de consumo de la población. A esto también contribuyó el desarrollo
de la publicidad, que utilizó la prensa y la radio para promocionar los nuevos
productos. En este escenario, el sistema de compras a plazo comenzó a cumplir
un papel gravitante. Si bien los sueldos de los trabajadores no aumentaron
considerablemente durante la época (se calcula que entre 1923 y 1929 no
subieron más que un 8%), el acceso al crédito facilitó el consumo y justificó
los elevados índices de producción industrial. El clima de estabilidad general
y la noción de una prosperidad económica sin límites parecían haber desterrado
el miedo al endeudamiento. Esa misma confianza parecía existir en el mundo de
las finanzas, donde ahora no solo participaban los grandes capitalistas, sino
cualquier ciudadano que tuviera algo de dinero para invertir en acciones. La
especulación se convirtió en una práctica cotidiana que prometía fáciles
ganancias.
Los
no tan felices años 20: La sostenida bonanza económica en Estados
Unidos, no beneficiaba a todos por igual. Los campesinos, por ejemplo, vivieron
una década de total estrechez como efecto de la persistente baja en los precios
de los productos agrícolas. Este descenso se explicaba por la creciente
mecanización de las actividades del agro, que aumentó la disponibilidad de
comestibles a niveles que el mercado interno no podía absorber. A ello se
sumaba la recuperación de la agricultura europea luego de la guerra y el
ingreso al mercado mundial de nuevos países –Rusia y Argentina, por ejemplo–
que copaban los eventuales destinos de exportación. Así, no era raro que las
remuneraciones de los peones agrícolas estuvieran muy por debajo de la mitad
del sueldo promedio de los obreros industriales.
La
población negra tampoco disfrutaba de los beneficios de la
prosperidad general. Destinados a asumir los trabajos peor remunerados y a
vivir en condiciones paupérrimas, debieron además soportar el acoso del Ku Klux
Klan, cofradía racista que se ocupaba de perseguir, azotar y linchar a miembros
de la comunidad negra, principalmente en el sur del país. Se calcula que hacia
1924 el Ku Klux Klan congregaba alrededor de cinco millones de miembros. La
década de 1920 estuvo también marcada por la violencia y corrupción asociadas a
la mafia y los gánsters. Estos actores irrumpieron en la escena estadounidense
luego del establecimiento de la “ley seca” (1919), medida que prohibió la
fabricación, comercialización e ingesta de todo tipo de bebida alcohólica.
Lejos de desterrar el consumo, la resolución terminó estimulando la aparición
de un mercado clandestino con destilerías y locales ilegales. Mientras
productores y traficantes defendían sus dominios con bandas de gánsters que
instalaban la violencia y el crimen organizado, la policía y las autoridades
daban luz verde al contrabando, incentivados por una red de sobornos que incluso
llegó a altas esferas de gobierno. La medida fue derogada en 1933.